IGNACIO MARÍN
En Venezuela, el colapso de la economía y la consiguiente escasez de alimentos ha dado lugar a un nuevo tipo de delito: el delito de hambre.
La hiperinflación fuera de control, de 1.000.000.000% en 2018, ha supuesto que los precios se dupliquen cada semana. Incluso las personas empleadas con empleos fijos no pueden permitirse el lujo de comprar los bienes más básicos. La última Encuesta de Condiciones de Vida (ENCOVI) reporta que el 89.4% de los encuestados dijo que los ingresos de su hogar no eran suficientes para comprar alimentos y el 61% reportó dormir con hambre por la noche. Un informe de este año de Cáritas encontró que la familia promedio requería 98 veces el salario mínimo para permitirse una alimentación adecuada para subsistir.
La epidemia de estómagos vacíos ha desencadenado una nueva ola de crímenes motivados por el hambre. El aumento de estos crímenes ha sido seguido por ONGs como el Observatorio Venezolano de la Violencia. En un país donde prácticamente todos los delitos quedan impunes y el dinero vale menos que el papel que se imprime sobre el delito, se convierte en una solución viable al hambre. Los padres salen de noche a robar motocicletas. Los gángsters reclutan a los jóvenes pagándoles con comida. La delincuencia y la inseguridad van en aumento. Los robos y secuestros se han convertido en una industria importante. Las consecuencias directas se sufren en las calles: 1.200 personas fueron asesinadas en Caracas sólo en 2018, según Monitor de Victimas.
In Venezuela, the collapse of the economy and the subsequent food shortages has lead to a new type of crime: hunger crime.
Out-of-control hyperinflation, measuring 1,000,000% in 2018, has meant prices doubling every week. Even employed people with steady jobs can’t afford to buy the most basic goods. The last Survey of Living Conditions (ENCOVI) reports that 89.4% of respondents said their household income was not enough to buy food and 61% reported sleeping hungry at night. A report this year from Cáritas found that the average family required 98
times the minimum wage to afford adequate food to subsist.
The epidemic of empty stomachs has unleashed a new wave of hunger-motivated crimes. The rise of these crimes has been tracked by NGOs such as the Venezuelan Observatory of Violence. In a country where virtually all crimes go unpunished and money is worth less than the paper it is printed on crime becomes a viable solution to hunger. Fathers go out at night to steal motorcycles. Gangsters recruit youngsters by
paying them in food. Crime and insecurity is on the rise. Robberies and kidnappings have become a major industry. The direct consequences are suffered on the streets: 1.200 people were killed in Caracas only in 2018, according to Monitor de Victimas.